Es muy exagerada, incluso más que en el resto de países que he cruzado en África, la admiración que generamos los blancos en Etiopía. Si encima vamos en bicicleta el efecto se multiplica. Hasta que me he acostumbrado han pasado tiempo y nervios, pero ahora ya he asumido que aquí no podré hacer nada solo ni en intimidad. Ni siquiera cuando me pille un apretón en la carretera (ya me ha pasado y ni siquiera apartan la mirada cuando te bajas los pantalones!!).
En una ocasion me refugié en un bar aprovechando que  no había nadie en la calle viéndome entrar. A los dos minutos ya había corrido la voz en el pueblo. Almenos pude tomar esta foto 🙂