En todos los sitios en los que estado desde que empecé mi viaje he aprendido algo nuevo. Al principio, en Sudáfrica, se me hizo insufrible la cantidad de información nueva que recibía y tuve que llegar al colapso para comprender que no podía pretender racionalizar todo lo que veía o sentía. Fue mi primera lección de muchas y, poco a poco, las siguientes experiencias me han hecho ver que, como no, NADA ES LO QUE PARECE.
Me sigue costando mucho no juzgar ciertas cosas a primera vista. Y es que nunca esperaba tener que cambiar mi concepción de lo bueno y lo malo para algunos de los que consideraba mis MANDAMIENTOS:
Cuando llegué a Shakawe (población que toca con el delta de Okavango, en el norte-oeste del país) y me dijeron que a 100 metros de la propiedad en la que me alojaba existía una granja de cocodrilos que vivía de la venta de sus pieles mi cabeza tardó muy poco en catalogar el negocio. Considero que el espíritu crítico es de los mejores valores que una persona puede tener, pero ¿cómo siquiera dudar de lo injusto que es matar animales por sus pieles?. En pocos días me ofrecieron echar un vistazo al sitio y no dudé en llevar mi cámara esperando poder comunicar sobre las atrocidades que allí se llevaban a cabo. Me dejaron entrar con la cámara! Ilusos…
Vi algo mejor de lo que esperaba: una granja normal y corriente dividida en parcelas valladas donde los cocodrilos vivían a sus anchas. Todas ellas bastante espaciosas y dotadas de una zona con agua.
Un enorme pasillo al aire libre permitía ver con facilidad dichas parcelas que se sucedían a izquierda y derecha. Cuanto más avanzabas, más grandes se hacían los cocodrilos hasta que, en la última zona vallada, se encontraban aquellos preparados, a sus dos años, para la MATANZA.
Me sorprendía que nadie allí pareciera sentirse mal por trabajar en un sitio como ese y lo atribuía simplemente a la diferencia cultural o al desconocimiento.
Al día siguiente ya estaba pensando en cómo enfocar la entrada en mi blog para alertar al mundo de que, en efecto, la venta de pieles sigue en pie. De hecho, pensaba fusionarla con la denuncia a la caza de elefantes, una atrocidad parecida que seguía en pie hasta hacía dos años en Botswana.
Antes de empezar a escribir, decidí comentar mi idea a Wellamien, una mujer extremadamente crítica y culta y propietaria de la casa en la que me hospedaba. Llevaba ya casi una semana viviendo con ella y estaba convencido de que sus ideales tendrían algo muy interesante que decir a favor de mi discurso. El jarro de agua fría que me tiró por encima pareció casi literal…
La granja de cocodrilos sobre la que me proponía criticar parecía ser una de las mejores ayudas que la gente y los animales de la zona habían recibido. Empezó durante los primeros años del milenio y se fundó con el objetivo de proteger a los cocodrilos de la reserva natural de Okavango.
Desconocedores de la gran importancia que tiene este animal en el ciclo del delta, la gente de las tribus locales comenzaron hace años con la destrucción de todos los nidos y huevos que pudieran encontrar con la esperanza de reducir su población y evitar más pérdidas de ganado.
Con el objetivo, pues, de salvar la población y concienciar a la gente del problema, pusieron precio a dichos huevos y crearon una granja en la que criar a los animales y recuperar poco a poco lo perdido.
Tras unos años de buen funcionamiento, las subvenciones que les permitían seguir con el proyecto acabaron y se vieron obligados a buscar una alternativa. No sé si es posible que existieran otras maneras, pero el hecho es que la granja recuperó los ingresos a través del negocio peletero. Contrariamente a lo que muchos entendemos por una granja dedicada a estos propósitos, la condición en la que viven los animales parece excelente, con mucho espacio y comida e incluso con un sistema de limpieza del agua.
Parece ser, además, que dicha granja proporciona ayuda a las tribus locales con la maquinaria que dispone y tiene contratadas a alrededor de 50 personas para su funcionamiento.
Entonces, ¿quién soy yo para criticar un negocio tan beneficioso para la gente de la zona y el ecosistema que lo rodea? Desconozco de la existencia de otras posibilidades para la obtención de ingresos para el proyecto, pero lo que es seguro es que no es justo que, teniendo en cuenta los resultados, alguien que no se tome el tiempo suficiente para analizarlo con profundidad critique la forma en que se gestiona la granja.
Más que a valorar positivamente el proyecto, esta mujer me enseñó a no formarme ningún juicio hasta conocer lo que hay detrás de lo que veo. Me lo volvió a demostrar cuando me habló sobre la caza de elefantes:
Si bien es cierto que la caza ha representado un problema en Botswana con los rinocerontes y otros animales, con los elefantes parece existir otro caso ambiguo.
Es muy importante tener en cuenta que los elefantes no tienen ningún otro claro depredador que el ser humano. Desde que la protección de las reservas y sus animales es suficientemente rígida, la población de estos animales no ha dejado de crecer en el país hasta el punto de obligar al gobierno a mantener un control a través de la caza controlada. Existen varios criterios a seguir que hacen de esta práctica más fácil de digerir moralmente. Por lo que yo sé, la caza se realiza sobre los animales más problemáticos o sobre aquellos de edad más avanzada y se procura siempre el mínimo sufrimiento. No sé hasta qué punto la metodología utilizada es ésta ni si es la correcta, pero en este punto ya empecé a ver, como mínimo, que se trataba, como con el caso de los cocodrilos, de algo sobre lo que no me podría formar una opinión a la ligera. Y hay más:
Una vez empezó la lluvia de occidentales pidiendo poder cazar animales en los safaris, la gente en Botswana aprovechó la ocasión para poner precios astronómicos a estas peticiones y permitió la creación de una nueva red de negocios que enriquecería, en su medida, el país. La teoría dice que se siguió con la práctica de escoger aquellos animales más problemáticos y viejos, aunque de esto no puedo ni quiero informar.
Una vez prohibida la caza hace dos años, parece ser que la población de elefantes se ha disparado, no porque hayan nacido nuevos en el tiempo que existe la ley, sino porque muchos ejemplares de Namibia cruzan la frontera huyendo de la caza que allí sigue en vigor.
Aquí, el problema viene con la convivencia de la inmensa cantidad de elefantes y la creciente población de Botswana que ve amenazados sus huertos y construcciones por el destructivo paso de los paquidermos.
Y de nuevo la pregunta: ¿está bien cazar? Qué fácil sería si existiera una respuesta!
Muy interesante, Manu! Desde aquí, estamos en contra y nos horroriza la caza de animales, la venta de pieles exóticas y de tantas y tantas cosas…. Pero, es que las cosas casi nunca son blancas o negras, muchas veces hay matices muy importantes. Y conocer a fondo el tema es lo que te permite un juicio de valor de verdad.